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  • Economía familiar: el chocolate brota en las macetas en Tafí Viejo

    La Gaceta

    Después de décadas de ser testigo de daños (ahora) irreversibles, el planeta tiene hambre de cambios. Para conseguirlos, el menú de decisiones -sí o sí- debe ser eco-friendly e implica modificar hábitos tan arraigados como nuestra alimentación. Las propuestas son muchas pero, en Tafí Viejo, la receta de conciencia incluye una dieta de chocolates. O al menos, de tabletas de tierra que, gracias a su empaquetado, se le parecen bastante. La inventiva proviene del vivero municipal (San Juan al 2000) y tiene como objetivo recuperar una parte de la dieta ancestral de los primeros pobladores. “Cuando pensamos en la forma en que las personas se alimentaban en el pasado, solemos incurrir en productos básicos como el tomate o el trigo y en algunos animales como las vacas. Sin embargo, no es cierto que esos recursos nos hayan acompañado a lo largo de la historia. Y menos en el NOA. La disponibilidad del suelo era otra y queremos que los vecinos redescubran aquellos frutos que son autóctonos de Las Yungas tucumanas”, explica Federico Carrera, secretario de gobierno de la municipalidad taficeña. HERRAMIENTAS. La máquina para compactar la tierra fue hecha por el artesano y artista plástico Atilio José Roberto. El concepto involucra regalar a los ciudadanos y a los visitantes del “punto verde” semillas ya listas para acomodar en la maceta. Por ahora, hay tres variedades: guaviyú (bayas violáceas y con compuestos antioxidantes), chilto (un “superfruto” que se parece al tomate y ayudan a combatir la diabetes) y arrayán (circunferencias negras o moradas caracterizadas por su poder antiséptico). De la huerta al plato, estas dos últimas plantas figuran dentro del Código Alimentario Argentino. “Junto al Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (institución dependiente del Conicet y de la UNT) estamos investigando diferentes plantas nativas a fin de potenciar y conocer sus propiedades naturales en cuestiones afines a la salud y a la nutrición”, acota el subdirector de Ecología y Medioambiente Damián Maldonado. A futuro la lista sumará la uchuva; una herbácea similar a la uva, pero de color amarillo. EL RESULTADO. Cada caja tiene seis semillas, con fertilizante incluido, para que los vecinos las planten directamente. Para el funcionario y el resto de los incursores de los “Chocolates de tierra” lo importante no son solamente las semillas, sino también el agregado social que echa raíz con el tiempo. “Los vecinos pueden utilizar las plantas para fabricar mermeladas, licores, esencias o jugos. Se trata de fomentar la economía familiar, inculcar la relación cercana con la naturaleza y, de paso, ayudar a los fruticultores”, detalla Damián. “Yuncachu” En filas (y custodiados por un espantapájaros de plástico), decenas de plantines se exhiben en un extenso terreno a la par del Centro de interpretación ambiental y tecnológico. Los troncos petisos ilustran lo que en un par de años serán árboles de hojas anchas y fuertes. En especial, por las propiedades extraconcentradas del preparado: una mezcla de sustrato con abono de liberación lenta. En forma de pelotitas, los nutrientes liberados por este fertilizante pueden tardar hasta 12 años en degradarse por completo. Elaboración casera Las ideas -por más buenas o erradas que sean- siempre requieren de una mano experta que las convierta en hechos. Por suerte, en Tafí Viejo existe un sujeto capaz de transformar la tierra en lingotes. Conocido por la población como un todólogo, Atilio José Roberto es el creador de una máquina que nada tiene que envidiar a las compactadoras de ladrillos ecológicos. De color azul y con una palanca de tracción, la herramienta se fabricó en apenas 10 días y es la responsable de moldear los terrones. “La tierra se comprime dentro de una matriz de aluminio que sirve de molde. Una vez que se sacan, hay dejar reposar las tabletas y, al final, encapsular las semillas con un poco de tierra húmeda encima”, explica el artesano. Una vez que los rectángulos están listos, hay que colocarlos en las cajas de cartón y fingir que estamos ante la góndola de golosinas de un almacén. PLANTAME Y COMEME. El diseño del empaque hace que las semillas parezcan una tableta de chocolate. El packaging funciona y agrega más ganas de sumarnos al desafío. Siguiendo con la estética de un envoltorio de comestibles -en lugar de ingredientes o la fecha de vencimiento- el dorso y los costados del empaque brindan varios ítems para triunfar en el intento de cultivar nuestra propia comida. Por ejemplo, con el detalle del clima propicio para el germinado y el periodo en que se dará la primera cosecha. Por cada tableta vienen seis raciones de semillas y una promesa. Primero, con la perpetuación de la cultura propia y antigua. Segundo, con la madre natura y sus agonizantes suelos. Tercero, con el estilo de vida saludable y ético que debemos llevar. FUENTE: La Gaceta. [gallery ids="56052,56053,56054,56051"]

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